Ayer, paseando por las calles de Madrid con mi esposo, me topé con el Mercado de San Miguel. Próximo a la Plaza Mayor, en pleno corazón de la ciudad, este mercadito es capaz de fascinar a propios y extraños. El concepto es muy particular, ya que cada puesto cuenta con tapas para que los compradores puedan probar las delicias que luego se llevarán a casa, pero lo mejor de todo, en un ambiente que, lejos de parecer un mercado, guarda similitud con una feria gastronómica.
En una especie de "galpón" de paredes de cristal, iluminado con lámparas de diseño minimalista, los consumidores pueden encontrar de todo: frutas y verduras frescas, un puesto de quesos deliciosos, ostras que se degustan con champán antes de comprarse, mariscos, vinos y hasta flores.
El mercado de San Miguel es, sin duda, uno de esos lugares de visita obligada para quienes estén de paso por "La Villa".
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