Hace unos días estaba viendo Comando Actualidad, un programa de TVE que me encanta porque me ayuda a conocer un poco mejor la cultura española, y me quedé pasmada ante las dificultades que tienen que pasar los anguleros para poder sacarle el mayor provecho a sus noches de pesca.
En primer lugar, estos ágiles pescadores requieren de un permiso especial del Ayuntamiento para poder dedicarse a esta actividad, tarea nada fácil ante la increíble afluencia de candidatos. Una vez obtenido el permiso, los anguleros deben salir a pescar en unos días específicos del mes, según la posición de la luna y el movimiento del mar, y a unas horas insólitas, algo así como entre la 1 y las 4 de la mañana. Pero lo peor es que en el más extraordinario de los casos las arduas jornadas apenas les permiten conseguir unos cuantos gramos de angulas, que luego intentan vender en los mercados especializados de Galicia y Asturias. Como si esto fuera poco, una vez que las pescan y las lavan algunas mueren por el cambio de temperatura, y esas que han muerto son pagadas a un precio menor. En suma, los anguleros no la tienen nada fácil.
Luego de ver el reportaje, finalmente comprendí por qué una ración de angulas puede costar incluso 150 euros. Por lo pronto, y hasta que las pruebe, seguiré preguntándome si el sabor de las angulas justifica su precio.
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